Breve reseña de Amaury, de Alejandro Dumas (Padre) ✍
Esta es una historia elegante,
de un amor tierno,
con un final inesperado...
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«¿Podemos morirnos de amor?»
Amaury es una novela romàntica escrita por Alejandro Dumas (padre) en 1843. Si bien, su clasificación màs popular y acertada es èsta, precisamente, el romance, Dumas no ha dejado de lado un humor cadencioso y un drama genialmente elaborado, adornado con un lenguaje propio, sutil y elocuente, que hacen de èsta novela un pasaje a través de las emociones màs humanas algo totalmente bello y agradable en todos los sentidos. El autor no escatima, como siempre, en la utilización de todo el recurso estético del lenguaje al elaborar los diàlogos -algunos, francamente inolvidables- entre sus personajes, todos ellos llenos de una potente lírica que embelesa.
La obra es en sì una lectura franca y abierta de una especie de diario y conjunto de cartas familiares propiedad del padre de uno de los personajes, Madeleine (o Magdalena, como se le ha llamado en la traducción al español), misma de quien el protagonista -cuyo nombre da título a la novela-, está profundamente enamorado. Amaury de Leoville atraviesa junto con Magdalena una serie de eventos llenos de amor y agonìa que imprimen en las emociones del lector asiduo sentimientos de tristeza, ternura y nostalgia, al dejarnos entrever la posibilidad de un amor frustrado por la muerte, los celos y la duda.
Fragmento:
—¿Quién habla por ahí de amor?—preguntó el conde de M…
—El doctor P… —contestó una voz.
—¡Ah! ¡Es curioso! ¿Y qué dice el doctor?
—Que el amor es una congestión cerebral de carácter benigno
que se puede curar poniendo al enfermo a dieta, aplicándole
sanguijuelas y usando de sangrías moderadas.
—¿Así opina usted, doctor?
—Claro que sí; por más que conceptúo preferible la posesión.
Ese sí que es el remedio más eficaz.
—Está bien; pero supongamos que ésta no se consigue y que
en tal trance no acudimos a usted, que ha hallado la panacea
universal, sino a alguno de sus colegas, menos prácticos que
usted en la terapéutica, y que le espetamos esta pregunta concreta:
«¿Podemos morirnos de amor?»
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